viernes, 25 de enero de 2013


Cinco modales que les animo a enseñar

Una  persona educada es aquella que actúa de tal manera que hace que los que están a su alrededor se sientan cómodos. Esa “buena educación” se manifiesta de una manera muy concreta y práctica en lo que todavía se llaman “buenos modales“.
No sé cuál es su experiencia; la sensación que tengo en el contexto en el que me muevo habitualmente es que los modales escasean, que esto suele ser molesto y que la carencia de modales no depende de la edad.

Como padres y madres les animo a que enseñen a sus hijos estos 5 modales básicos. Parecen pocos, pero si la mayoría de las personas los practicaran, la convivencia sería más agradable. Los dirigo a las familias, sí, porque es en casa donde se deben de aprender; en la escuela los deberíamos reforzar y aumentar, pero donde se aprenden los buenos modales y la buena educación es en el hogar… y es gratis.
Los cinco modales
1. Saludar al llegar a un lugar
Cuando se llega a un lugar donde hay otras personas, como la consulta del pediatra, el ascensor de la vivienda, la panadería, la peluquería, el kiosko… se dan los buenos días, las buenas tardes u otro saludo similar.
2. Pedir las cosas “por favor
Cualquier petición o demanda que se realiza, se le añade al principio o al final, la coletilla “por favor“. Sí, aunque estemos en nuestro derecho, sea la obligación de quién nos lo da… No abusemos del imperativo: al comprar algo, pedir a un compañero, al hacer una demanda a un miembro de la familia, a un amigo…
3. Dar las gracias
Cuando nos responden, nos atienden, nos entregan algo (aunque lo hayamos comprado), nos prestan una ayuda… damos las gracias.
4. Despedirse de un lugar
Decimos adiós, hasta luego… cuando nos vamos de un lugar donde hay otras personas, nos despedimos: a la persona de la caja que nos ha cobrado, a los pacientes que esperan la sala, al salir del ascensor…
5. Pedir disculpas
En ocasiones molestamos a otras personas sin intención: un pequeño empujón, una interrupción… Pedimos disculpas con un simple “perdone” o “discúlpeme“, o simplemente cuando nos hemos equivocado y hemos podido contrariar a alguien.
Estos son modales para practicar con todas las personas con las que nos relacionamos: extraños en la calle, vecinos, compañeros y también por supuesto, con la familia y amigos más cercanos.

Cómo enseñarlos
¿Cómo pueden enseñárselos a sus hijos? Es muy fácil, les propongo estas estrategias de sentido común:
1. Enseñarlos directamente
Enséñele cada uno de los modales directamente, por ejemplo: “mira, cuando se lleguemos a la consulta del médico, diremos bajito buenos días para saludar a la gente que está allí esperando“. “Cuando se pide algo, hay que hacerlo siempre por favor“.
2. Dar ejemplo
Si ustedes como padres y nosotros como educadores practicamos los modales, será la manera más eficaz de enseñarlos: ¡demos ejemplo!
3. Corrija si es necesario
Corregir a los niños indicándoles como tendrían que haber actuado es otra manera eficaz de enseñarles. “Cuando el señor te ha dado el helado, tenías que haberle dado gracias“, por ejemplo.
4. Elogiar cuando los practican
Por su parte, cuando su hijo o hija ponga en práctica alguno de los buenos modales, no dude en elogiarlo y reconocérselo; será la manera más concreta de indicarle cómo espera que se comporte la próxima vez.

En resumen, los cinco modales que les propongo son:

1.  Saludar al llegar
2.  Pedir las cosas por favor
3.  Dar las gracias
4.  Despedirse
5.  Pedir disculpas
Y las estrategias para enseñarlos:
1.  Enseñarlos directamente
2.  Dar ejemplo
3.  Corregir si es necesario
4.  Elogiar cuando lo practican

Les animo de veras a poner en práctica estos cinco modales. Seguro que ustedes hechan en falta algunos más. Si es así, les pido que con sus comentarios amplíen la lista.



No lo sobreprotejas


Los educadores y  profesionales que trabajan con niños y jóvenes con necesidades educativas especiales (n.e.e.) suelen insistir a las familias en que no sobreprotejan en exceso a sus hijos. Puede decirse que es una “queja habitual” de los que trabajan en este campo.
Las familias, por su parte, también manifiestan su malestar ante la insistencia de los educadores: se sienten incomprendidos en esta actitud y no siempre alcanzan a entender la importancia de esta exigencia.
¿De qué conductas estamos hablando?


Cuando se habla de sobreprotección excesiva, se refiere a conductas como las siguientes:

·         Realizar en lugar de los hijos, aquellos aspectos referentes al autocuidado, higiene personal, alimentación, vestido… que podrían hacer por sí mismos o serían capaces de aprenderlo.
·         Estar excesivamente pendientes de su seguridad, impidiéndoles moverse o actuar con cierta libertad, por miedo a que le pueda ocurrir algo.
·         Reaccionar con prontitud ante cualquier contratiempo o dificultad, no dando la oportunidad a que los chicos o chicas intenten resolver por ellos mismos los problemas o inconvenientes con los que se encuentran.
·         Mostrarse excesivamente compasivos sin necesidad.

Actitud comprensible
Que las familias de los niños y jóvenes con n.e.e. sean sobreprotectoras en exceso es una actitud comprensible. Probablemente solo estando en su piel se alcanzaría a comprenderlo. Es posible que esta sea la respuesta natural e instintiva a verlo más vulnerable e indefenso.
También es una forma de manifestar el amor incondicional, de hacerle la vida un poco más agradable, haciéndole las cosas más fáciles. Probablemente, la sobreprotección excesiva sea para las familias una forma de “hacer algo por ellos”, de sentirse útiles como padres y no permanecer con los brazos cruzados.

Por qué no es adecuada
Sin embargo, la sobreprotección excesiva, aunque resulte comprensible, es una actitud inadecuada porque en el fondo, ralentiza el desarrollo de la propia autonomía personal.
Cuando se habla de niños y jóvenes con n.e.e. el objetivo principal de la intervención educativa es desarrollar al máximo su autonomía personal. Es decir, que en la medida de sus posibilidades, estas personas consigan el máximo nivel de autonomía y por tanto, cuanto menos dependientes sean, mucho mejor.
Para unos chicos, por sus condiciones personales, esta autonomía será muy limitada, pero para otros muchos, las posibilidades de autonomía son mayores. La sobreprotección excesiva frena el desarrollo de su autonomía y aumenta la dependencia.

¿Qué hacer entonces?
Para estimular la autonomía la norma general puede ser que todo lo que su hijo o hija pueda hacer por sí mismo, sin poner en peligro evidente su seguridad, que lo haga.

Se puede concretar en algunas actuaciones como las siguientes:

·         Que realice en casa todos aquellos hábitos de autonomía referentes a higiene personal, autocuidado, vestido, alimentación, etc que tiene adquiridos en el centro educativo. Hablen con sus educadores y hagan una lista de aquello que es capaz de hacer.
·         Tómense como compromiso que aprenda a hacer por sí mismo uno o dos hábitos al mes, dentro de sus condiciones personales. Igualmente hablen con sus educadores y le podrán indicar qué hábitos son más adecuados afrontar y cómo enseñarlos.

·         Cuando se encuentre con una dificultad o inconveniente, no intervengan de inmediato: denle unos instantes para que intente buscar alternativas y solución. Si es necesario, pueden ayudarle facilitándole pistas u orientaciones para resolver la situación.

·         Piensen que desarrollar su autonomía es lo mejor que educativamente pueden hacer por su hijo o hija: eliminen pensamientos de compasión o la idea de que ustedes lo pueden hacer mejor y más deprisa.

·         Aleccionen a los demás miembros de la familia. A veces, los que favorecen la sobreprotección no son precisamente los padres sino otros familiares. Anímeles a contribuir al desarrollo de su autonomía.

·         Refuercen a su hijo o hija por los logros que en este aspecto consiga y háganle sentirse satisfecho por las conquistas realizadas.

Cambiar actitudes de sobreprotección por actitudes de desarrollo de la autonomía personal, no debe ser fácil, al contrario, es complicado y requiere determinación. Probablemente se encontraran con personas a su alrededor que no les comprenderán y reprocharán su cambio de actitud.

Los educadores, personas formadas especialmente para ello, le animarán y le ayudarán a entender que están realizando lo correcto. Desde este Blog os doy mi ánimo y apoyo.