lunes, 3 de diciembre de 2012




Para los que estamos cansados de 

llantos y quisiéramos vivir con más 

alegría y tolerancia...







Nuestra hija Celia tiene 4 años y estamos desesperados: todo lo pide llorando. Si se ha manchado en el parque enseguida acude llorando; si no consigue hacer un puzle o resolver otro problema jugando sola, también llora; si ya no tiene ganas de jugar llora; si quiere algo de comer; si quiere que le pongamos los dibujos, si no acertamos con los que les gustan…  Ya no sabemos qué hacer para complacerla y deje de pedir todo llorando ¿qué podemos hacer?
El caso de Celia es una situación que muchas familias padecen ¿verdad que les suena? Vamos a analizarlo y proponer algunas medidas.


ANTECEDENTES

Cuando se analiza el caso de Celia se obtienen más datos de la situación, a continuación vamos a verlos:

1º. Por un lado, parece que Celia aunque siempre ha pedido las cosas llorando, antes había ocasiones en las que las pedía adecuadamente: ahora casi nunca pide las cosas sin llorar.

2º. Cuando Celia pide las cosas llorando recibe una especial atención y afecto: sus padres acuden rápidamente, dejan lo que están haciendo y se interesan especialmente por lo que le pasa. Explican que tratan de calmarla y consolarla con abrazos y mimos especiales. Esa atención especial y esas muestras de cariño, no son tan especiales ni tan frecuentes cuando no llora.

3º. Es posible que Celia haya aprendido que es más atendida y con más celeridad cuando pide las cosas llorando que cuando lo hace en un tono adecuado. Los padres reconocen que acostumbrados a este comportamiento, cuando realiza una demanda en un tono adecuado, tienen la sensación de que se trata de algo de menor importancia.


POSIBLE EXPLICACIÓN

Con el análisis anterior es posible que ya hayáis descubierto parte de la explicación de la conducta.
Celia ha aprendido, por un proceso de reforzamiento, que realizar las demandas llorando implica una especial atención de sus padres, mayor celeridad en satisfacer sus demandas y una buena dosis de mimos y cariño. Ha aprendido que pedir las cosas llorando compensa sobradamente.
Sus padres, con la mejor intención, han aumentado la probabilidad de que Celia se porte así. Con tal de calmarla, de que su hija “no sufra”, han actuado con más celeridad y han tratado de compensar la posible “frustración” de su hija.
Precisamente en la escuela, Celia comenzó mostrando este comportamiento, pero como la reacción de su maestra era diferente a la de sus papás, la conducta desapareció y solo está presente en el hogar.

¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Pedir las cosas llorando de forma habitual es un comportamiento inadecuado, en parte “inadaptado”: las demandas se hacen de otra manera y es algo que hay que volver a enseñar a Celia… y a sus papás.

Lo primero fue explicar a los padres de Celia cómo estaba funcionando el comportamiento de su hija y cómo ellos lo estaban reforzando.

Después se le explicó cómo había que invertir el proceso: en lugar de reforzar con respuesta inmediata, especial atención y afecto a la conducta de llorar, progresivamente se iría reforzando la conducta contraria. También se le explicó que ese cambio sería lento y especialmente difícil al principio.

Cuando volviera a ocurrir otra situación de llanto injustificado le explicarían a su hija que esa no era la forma de pedir las cosas, que era mejor acudir a papá o mamá, explicar lo que ocurría y esperar ayuda.

Cuando volviera a llorar por una demanda similar, los papás deberían evitar acudir inmediatamente, evitar acudir alarmados y prestando una especial atención. Le volverían a explicar cómo tendría que haber realizado la demanda y evitarían en ese momento los mimos y cariños especiales. De alguna forma actuarían con bastante frialdad.

Por el contrario, deberían responder con algo más de celeridad cuando Celia empiece a hacer demandas adecuadas y dar muestras de satisfacción cuando actúe de esa forma. Los mimos especiales y cariños dejarlos para situaciones en las que actúe adecuadamente y sobre todos situaciones en las que no haya un comportamiento inadecuado presente.

Por último, se le aconsejó que ciertas frustraciones tendría que tolerarlas y resolverlas por sí misma: si no sabe resolver un puzle puede llorar, pero es mejor que se le enseñen estrategias para poder terminarlo, por ejemplo.
Seguro que a muchas familias os puede servir el caso de Celia y sus papás.